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* Las Animas de San Onofre - Leyenda de Sevilla




En lo que hoy sería la zona delimitada entre las calles albareda, Carlos Cañal, Zaragoza y Joaquín Guichot se encontraba hace siglos el mayor convento de Sevilla, la Casa Grande de San Francisco, construido en 1268. En esta localización había una gran iglesia, un claustro, capillas y varios edificios y construcciones más que servían para el normal funcionamiento del convento. Como casi todo en Sevilla aquella gran obra desapareció privando a la ciudad de una parte importante de su historia.

El edificio sufrió varios incendios, soportó la invasión francesa y decayó con la famosa desamortización de Mendizabal mediante la cual las órdenes religiosas fueron suprimidas y sus bienes confiscados. En 1840 el convento y edificios anexos fueron derruidos, conservándose hoy en día solo dos restos, la Capilla de San Onofre o de las Animas, edificada en 1520 para que se oficiasen misas por las Ánimas del purgatorio ( donde se rinde culto al Santísimo las 24 horas del día ) y la entrada al atrio del convento, hoy anexa al edificio del Ayuntamiento, y convertido en el arquillo del mismo.

En esta capilla, auténtica reliquia, francamente desconocida por los sevillanos, sucedieron años ha unos insólitos acontecimientos que dieron lugar a una nueva Leyenda de Sevilla. Como muchas de la historias que nos llegan hasta hoy resulta difícil establecer su origen, aunque todas ellas forman esa curiosa cosmogonía con la que el sevillano explica sus orígenes y su historia.

Cuentan que el caballero Juan Torres, noble sevillano, cansado de su vida licenciosa dio por entrar como lego en el Convento Casa Grande de San Francisco, siendo habitual verlo al anochecer acercarse a la Capilla de San Onofre a rendir culto al Santísimo.

Cuentan también que una noche, la fiesta de las Animas Benditas, dos de noviembre, mientras oraba en la capilla a solas, vio entrar a un fraile de su orden; este fraile entraba en la sacristía y salia de esta vestido para oficiar misa con un cáliz en la mano. El fraile se colocaba en el altar, depositaba el cáliz en la mesa y mirando al lugar donde se sentaba el pueblo suspiraba, a continuación recogía el cáliz, volvía a la sacristía y salia de esta sin los ornamentos sagrados para salir de la Capilla.

En días siguientes Juan Torres vivió la misma situación y extrañado por estos hechos los puso en conocimiento del prior del convento el cual le solicitó que ayudase al misterioso monje a oficiar la misa si volvía a encontrarlo en la capilla. El lego quedó sorprendido pero con el firme propósito de acatar la orden de su superior.

La siguiente noche se repitió la visita del fraile a la capilla y apareciendo el misterioso clérigo, aquel le preguntó si deseaba ayuda para oficiar la santa misa, a lo que recibió una respuesta afirmativa, pero de una peculiar forma; el fraile contestó recitando las palabras de inicio de la misa, pero alterando significativamente el texto. En lugar de " me acercaré al altar de Dios, el Dios que se alegra de mi juventud ", el fraile recitó " Me acercaré al altar de Dios, el Dios que se alegra de mi muerte ".

En ese momento Juan Torres comprendió que se encontraba en presencia de un aparecido pero no se arredró y continuó ayudando al monje, el cual, finalizado el oficio y una vez despojado de las sagradas vestimentas comentó a Juan Torres.

- Gracias Hermano por el favor que me habéis hecho. Yo era un fraile de este convento y dejé de oficiar una misa por un difunto que tenía encargada. fallecí antes de poder celebrarla y se me condenó a permanecer en el purgatorio hasta que resarciese mi deuda; para ello he venido a la capilla durante todos los meses de noviembre desde hace más de un siglo, pero nadie se ofrecía para ayudarme en la celebración. Hoy por fin he saldado mi deuda gracias a vos.

Dicho esto el fraile se salió de la capilla y desapareció para siempre.





( El número 3 se corresponde con la localización de la Capilla de San Onofre )


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