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Velázquez y Murillo Exposición pintura - Hospital Venerables 1º parte







Primero de los artículos dedicados a la exposición que presenta 19 obras de los artistas sevillanos del Siglo de Oro, Velázquez y Murillo, que se celebra en estos días en el Hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla, cuyas biografías y mejores obras figuran en los enlaces de sus nombres.


Diego Rodríguez de Silva VELAZQUEZ nació en Sevilla, en 1599. Se formó con Francisco Pacheco. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor de Felipe IV. En 1627 fue ascendido a pintor de cámara, labor a la que dedicó el resto de su vida. Evolucionó del “tenebrismo”, influido por Caravaggio, a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su última década se hizo más esquemático, con extraordinario dominio de la luz. Este período pertenece el “Retrato del papa Inocencio X”, pintado en su segundo viaje a Italia, y sus dos últimas obras maestras: “Las Meninas” y “Las hilanderas”. Su catálogo consta de más de 120 obras. Murió en Madrid, en 1660




Bartolomé Esteban MURILLO nació en Sevilla, en 1617. En 1633 inicia su formación en el taller de Juan del Castillo. Su obra, junto a la de Valdés Leal, supone la última fase del Barroco español y fue, en su mayor parte, de tema religioso. Fundó una prestigiosa escuela de arte en 1660.También pintó delicadas escenas de niños, adolescentes y retratos. Su pintura, muy influida por Van Dyck, se adaptó al gusto y la devoción españolas, llegando a ser un artista de gran popularidad. La influencia de Murillo en la pintura española se extendió hasta el siglo XIX, fundamentalmente en Sevilla. Actualmente está considerado como uno de los grandes maestros y sus cuadros se reparten en todos los grandes museos del mundo. Falleció en Cádiz, en 1682






Retrato de Hombre - Velázquez - 1623




El Retrato de Hombre, considerado como un autorretrato del artista, es una pintura al óleo pintada en 1623 en Madrid, durante la primera étapa del autor, que se expone en el Museo del Prado de Madrd desde 1819

Realizado con notable sencillez, la base rojo intenso sobre la que está pintado es característica de las obras realizadas por Velázquez ya en Madrid, donde se estableció definitivamente en 1623, como también son característicos del pintor los toques de luz en nariz, ojos y otras zonas y los pequeños toques de pincel con que modela las formas de las cejas, párpados y bigote














Autorretrato - Murillo - 1660






























Adoración de los Reyes - Velázquez - 1619
Es una de las obras maestras de la etapa sevillana de Velázquez, en la que confluyen contenidos artísticos y biográficos. El hallazgo reciente de un autorretrato de Pacheco permite identificarlo con el rey mago de mayor edad, y avala la teoría de que los tres personajes que aparecen en primer término son el pintor, su esposa Juana Pacheco y su hija Francisca, . Con ello, el cuadro, además de ser una imagen religiosa, se convertiría en una celebración de la propia familia del pintor, lo que entra dentro de los parámetros admisibles en la cultura religiosa del Siglo de Oro.

Su tema está descrito de manera directa y sencilla, de forma que el espectador identifica sin dificultad la escena y a sus principales protagonistas, y el pintor lo conduce fácilmente hacia el fondo de atención de la misma. La relación que se establece entre los personajes y su marco resulta muy consecuente con los métodos compositivos de Velázquez en su etapa sevillana, y recuerda a la de los retablos de escultura. Son cuerpos que llenan casi toda la composición y se disponen en un plano muy próximo lo que se traduce en una mayor intensidad expresiva y  gran monumentalidad. Ese tipo de composición favorece la concentración devocional. Pero, junto a esa unidad esencial, en el cuadro hay una gran variedad de tipos humanos representados, a sus acciones o a la gama cromática que, aunque abundante en ocres y negros, incluye también rojos, blancos y azules de gran belleza






La Sagrada Familia del Pajarito - Murillo -1650
La pintura describe una escena religiosa de carácter tierno, interpretada por personajes en los que se mezcla, de forma muy característica, la idealización con las referencias realistas, y en las que lo devoto o lo sobrenatural se inscribe en un contexto de encantadora cotidianeidad

Contiene características que invitan a incluir la pintura entre la producción temprana de su autor, como son el fuerte modelado de las formas, el uso de una luz selectiva y la utilización de una gama cromática que en su mayor parte se mueve en el entorno de los pardos.






 


San Pedro penitente - Murillo - 1665-70



En un paisaje difuso que muestra las primeras luces del alba, San Pedro pena por haber negado a Cristo, sentado ante una gruta, con un brazo acodado en una gruesa roca, las manos apretadas y la mirada alzada al cielo en gesto de contrición y súplica. La pintura es sin duda una de las obras maestras del periodo de madurez de Murillo y fue realizada seguramente por encargo del canónigo de la Catedral de Sevilla Justino de Neve, amigo y protector del artista, que en su testamento (1685) decidió legarla al Hospital de los Venerables, hoy sede de la Fundación Focus-Abengoa

El tema de San Pedro penitente o en lágrimas fue ampliamente difundido en la pintura española del siglo de Oro, pues dentro del ambiente de la contrarreforma católica resultaba muy adecuado para transmitir la idea del arrepentimiento, la confesión y la penitencia que devuelven el alma caída al estado de gracia.







Lagrimas S. Pedro - Velázquez - 1620



En este cuadro, el Apóstol, de cuerpo entero, aparece sentado en una roca, con las piernas cruzadas y las manos unidas sobre la rodilla, mientras levanta la cabeza al cielo con los ojos arrasados en lágrimas. Viste túnica azul y manto ocre que descansa sobre la roca. Las llaves aparecen caídas en el suelo, y en el ángulo superior izquierdo se muestra un desolado paisaje envuelto en una luz plateada de madrugada.

Se trata de una obra de altísima calidad, que enlaza con el modo de hacer de Velázquez en su período juvenil, muy cercana a los Músicos de Berlín, o el Aguador cuya técnica y características revelan que es pintura absolutamente original, y no copia o réplica de otra, y con una gran seguridad la primera versión del tema, por detalles de técnica pictórica que así lo ponen de manifiesto, como en los arrepentimientos o en el modo de resolver la espalda del santo en escorzo






El Apostol Santiago - Murillo - 1660-65




A Santiago lo identifica el bordón que sostiene con la mano derecha y la venera que muestra en el pecho. Está sólidamente plantado ante un fondo oscuro y tanto la tipología de su rostro como la contundencia de su anatomía nos recuerdan las enseñanzas que Murillo y sus colegas españoles recibieron de la pintura de Ribera.

la túnica roja nos habla de su martirio. El libro que lleva en la mano nos manifiesta su condición de evangelizador, según la tradición, en la Hispania romana. El báculo de peregrino y las conchas que lleva sobre la esclavina nos hablan de los peregrinos que hacia su tumba de Compostela dirigieron sus pasos y oraciones
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Santo Tomás - Velázquez - 1619
 
 
 
 
El santo aparece de riguroso perfil, lo que dificulta la posibilidad apuntada de que hubiese formado serie con el San Pablo de Barcelona en posición casi frontal, envuelto en un pesado manto castaño anaranjado surcado por profundos pliegues. Julián Gállego destacó la calidad de las manos, estudiadas del natural, con las que sujeta en la derecha un libro abierto
 
joven, con barba incipiente y pómulos marcados, si acaso más consumido aquí para subrayar el carácter ascético. La iluminación intensa, dirigida desde la izquierda, ha llevado a que se recuerde con frecuencia a propósito de este cuadro el naturalismo caravaggista y su sistema de iluminación tenebrista












Inmaculada Concepción - Velázquez - 1619
 
Así especificaba Pacheco que fuese representada la inmaculad " Hase de pintar, pues, en este aseadísimo misterio esta Señora en la flor de su edad, de doce a trece años, hermosísima, lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísima y rosadas mexillas, los bellísimos cabellos tendidos, de color de oro; en fin, cuanto fuere posible al humano pincel. (...) Vestida del sol, un sol ovado de ocre y blanco, que cerque toda la imagen, unido dulcemente con el cielo; coronada de estrellas; doce estrellas compartidas en un círculo claro entre resplandores, sirviendo de punto la sagrada frente; (...) debaxo de los pies, la luna que, aunque es un globo sólido, tomo licencia para hacello claro, transparente sobre los pies; por lo alto, más clara y visible la media luna con las puntas abaxo. "
 
Velázquez sigue los esquemas compositivos empleados por Pacheco igualmente en la silueta en contrapposto de la Virgen, la luna traslúcida a los pies y la integración de los símbolos de las Letanía Lauretanas en el paisaje (nave, torre, fuente, cedro), aun a costa de faltar a la verosimilitud en un grado mayor del que acostumbraba su maestro y suegro, a quien gustaba integrar la Torre del Oro o Giralda en los suyos 





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